La Mandrágora nos ubica en una comunidad de intelectuales sibaritas, donde todo lo que se hace se hace por placer. En un ámbito como aquel, el hastío funciona como vehículo del Mal. Un tal Bronken, científico que sacrifica a niños en sus experimentos, comienza a elaborar un procedimiento por el cual es capaz de crear una criatura infernal, que consiste en inyectar en el útero de una prostituta vocacional la simiente de un condenado a muerte. De esta fecundación abominable se gesta una mujer siniestra, la Mandrágora, que ya en los trabajos de parto demuestra su naturaleza diabólica al destrozar los órganos de su madre, de hecho, su primera víctima.