En cualquier caso, tener regiones enteras posiblemente inútiles en el ADN no debería extrañarnos, dado que la evolución no se diseñó en la mesa de un ingeniero. Es como llevar en los bolsillos pequeños de tu mochila un montón de objetos olvidados: un billete caducado, una cuerda, una pila y un polvorón petrificado. Aparentemente no valen para nada, pero tampoco molestan.