En una playa que visita por primera vez, un hombre obedece una intuición y se adueña de un tesoro que los piratas de hace siglos sepultaron en el mar. Además de flamante millonario, el personaje César es exalcohólico, escritor y un científico secreto de obscuras vocaciones que nos irá confesando conforme avance la trama. Su siguiente misión consiste en clonar a Carlos Fuentes. Es claro que no puede salirle bien: los sueños de su razón acaban produciendo monstruos dignos de la más delirante película apocalíptica y, por supuesto, del resto de la obra narrativa de César Aira: el más inventivo de los novelistas de la lengua, quizás el único que sin ceder en inteligencia, se atreve a imaginar con esta soltura.
Lo verdaderamente notable es que en estas pocas decenas de páginas endiabladamente divertidas Aira encuentra espacio para preguntar con honda lucidez sobre la zona de contacto entre el yo y las prácticas de bio-repetición: ¿de qué sirve la calca genómica si se pierde la programación infinitamente compleja de la biografía?, ¿cuál es la relación entre el genio, el poder y la posibilidad de producir gemelos industriales?, ¿de qué manera el azar y el deseo, las obediencias suprarracionales del cuerpo, modifican el curso de la ciencia?