es normal que en los viajes pasen más cosas que en la rutina de la vida sedentaria. No sólo porque realmente pasan, porque uno se pone en movimiento y sale en busca de los hechos, sino porque al salir de lo habitual nuestra percepción se despierta, vemos y oímos más, y hasta soñamos más. Para alguien que viaja tan poco como yo, y que lleva una vida tan rutinaria como la mía, un viaje puede representar una diferencia abismal; es el equivalente objetivo de la hiperactividad cerebral.