En los salones de Petrogrado y en los estados mayores del frente se decían bromeando: «Inglaterra ha jurado que guerrearía hasta dar la última gota de sangre… del soldado ruso.» Estas bromas acabaron por llegar a oídos de los soldados del frente. «¡Todo para la guerra!», exclamaban los ministros, los diputados, los generales y los periodistas. «Sí —gruñían los soldados en las trincheras, empezando a abrir los ojos—; todos están dispuestos a combatir hasta la última gota… de mi sangre.»