tú no eres tu nombre, tú no eres tu profesión, no eres la casita que tienes en la playa. Y si aprendes a morir viviendo, como enseñaron los sabios del pasado..., los sufíes, los griegos, nuestros queridos rishi del Himalaya..., entonces te acostumbras a no reconocerte en esas cosas, a advertir su valor enormemente limitado, transitorio, ridículo, impermanente.