¡Ah, cojones! ¡Los inolvidables noventa! Pero ya me recuperaba. Me recuperaba de todo. Y estaba repleto de sexo. Descargaba dos o tres veces todos los días, con Luisa. Y eso es muy bueno para el espíritu. Tú descargas el semen según lo fabricas. Mantienes vacíos los almacenes y muchas cosas se ordenan solas y ya no hay que preocuparse de ellas. Siempre lo digo: un hombre sin mujer es un desastre total.