«James es en sus novelas como los mejores críticos franceses a la hora de mantener un punto de vista, una posición desde donde ver que no se ve afectada por ideas parásitas. Es el hombre más inteligente de su generación.» T. S. Eliot
Christopher Newman, «el americano», «el hombre nuevo», «el gran bárbaro del Oeste», llega a París dispuesto a «ver todas las cosas importantes y hacer lo que hace la gente inteligente». Casarse se encuentra también entre sus expectativas, y ninguna mujer parece adecuarse tanto a ellas como madame de Cintré, una joven viuda perteneciente a una rancia casta de aristócratas. Newman piensa que, con su dinero, podrá vencer las reticencias y el orgullo de una familia poco inclinada a emparentar con –como ellos dicen— «una persona mercantil». Y en un principio así parece… pero, como un día le advierte el hermano menor de madame de Cintré, «los árboles viejos tienen ramas torcidas, las casas viejas tienen grietas curiosas, las viejas estirpes tiene raros secretos. ¡Recuerde que tenemos ochocientos años!». La comedia de sociedad se ensombrece de pronto con el oscuro legado de los siglos, que hace su gótica aparición en forma de duelos, vergonzosos secretos, crímenes y clausuras de por vida. Newman aprende así lo que oculta y lo que depara no sólo la vieja Europa, sino también su propio deseo de ella. El americano (1876–77) es la primera novela propiamente «internacional» de Henry James y constituye ya una muestra excelente de su personalidad y su estilo.