—Es un día maravilloso. En toda nuestra vida, tal vez no tengamos muchos días como éste —decía Honda, incitado por cierta premonición.
—¿Estás hablando de felicidad? —inquirió Kiyoaki.
—No recuerdo haber dicho nada sobre la felicidad.
—Bueno, está bien entonces. Pero a mí me asustaría mucho decir las cosas que dices tú. No tengo ese coraje.
—Estoy convencido de que tu problema está en que eres horriblemente codicioso. Los hombres así no son aptos para parecer interesantes.