El ciudadanismo es, hoy, el resultado de un proceso de regeneración de la socialdemocracia y de la izquierda liberal, al que han ido a ampararse los restos del naufragio de la izquierda que fue revolucionaria. Su meta es conseguir una democratización tranquila de la sociedad que no altere ni amenace los planes de acumulación capitalista, que no cuestione los mecanismos de control real sobre la sociedad y que resulte inofensiva para las agendas políticas oficiales. Su filosofía sostiene que el sistema capitalista puede ser más humano y, en nombre de tal posibilidad, encauza y vuelve “razonables” a las facciones conflictivas de la sociedad convirtiéndolas en “movimientos sociales”, ajenos e incluso hostiles a cualquier cosa que evoque la lucha de clases. Esas corrientes de acción colectiva están a cargo de individuos aislados que se unen para luchar pasándoselo bien y a los que, tarde o temprano, se invitará a “participar”, es decir, a ser copartícipes de su propia dominación.
Las ideas contenidas en este libro no pretenden ser una crítica general al ciudadanismo, sino que se limitan a hacer consideraciones sobre cuestiones concretas, como es la manera como reutiliza sin nombrarlos conceptos básicos del reformismo burgués.