La ceiba de Cuscatlán ya no recuerda su edad, pero siente que se está muriendo lentamente, por eso realiza una narración desde sus primeros momentos de vida, donde compartía con el pueblo pipil que la vio nacer. Recuerda y relata sus costumbres, sus creencias y su conexión con la naturaleza. También cuenta sus luchas por sobrevivir contra el “hombre blanco” que llegó de tierras lejanas para someter a los aldeanos.
Desde su atalaya, la ceiba ve la colonización, a su pueblo reducido a la esclavitud, los cambios en la sociedad de su país con nuevas castas y nuevas normas sociales, hasta el grito de independencia. Entonces comienza otra época, con cambios en las costumbres y un avance hacia la modernidad.
Modernidad que la lleva a ser apreciada en el pueblo de Antiguo Cuscatlán hasta el final de sus días, donde se convierte en un hermoso recuerdo para los salvadoreños del lugar.