La realidad no es simple; este mismo texto, la luna y las baldosas tienen otra faz. Siempre existe un reverso; todo tiene su sombra; hasta la tierra, aunque sólo podamos verla fugazmente proyectada en otros cuerpos celestes. Tarea semejante es la que emprende— la que logra cumplir— este libro de Julio Cortázar: mostrar la sombra de la realidad— tan extraña que parece inventada— por su fugaz contacto con la realidad misma. Es así como alcanza a hacernos entrever la profundiad real de las puertas del Cielo que todos llevamos cerradas en nosotros; es así como un palindromo recorre, bumerang de palabras, el universo para venir a golpearnos en el pecho. Toda casa está tomada por las presencias oscuras que creamos; en toda vivienda, en cada habitador de viviéndas hay un tigre que circula incansablemente; y todo ómnibus puede llevarnos al ignorado sitio que deseamos— que no deseamos, que no queremos sabes que deseamos— visitar. Bestiario. Sí, el tigre y las hormigas, y los conejos, y Circe con sus animalitos disfrazados. Pero el verdadero bestiario es el de alrededor, el bestiario que integramos acechándonos. Y la perspicacia, la astucia y la paciencia que se necesitan para sorprender el pudoroso avance de nuestra fauna civilizada esperan con paciencia al perspicaz lector astuto que se pasee, para su propio gozo, por este inusitado Bestiario.