Por cada persona que perece por el efecto de un estimulante, mueren al menos mil a consecuencia de beber agua no potable. Este fluido precioso, que día a día nos infunde nueva vida, es el principal vehículo a través del cual penetran en nuestros cuerpos la enfermedad y la muerte. Los gérmenes de la destrucción que transporta son todos ellos enemigos de los más terribles, especialmente porque llevan a cabo su trabajo fatal de manera imperceptible. Firman nuestra condena mientras estamos vivos y disfrutamos. La mayoría de la gente desconoce la importancia de beber agua o no se preocupan por ello, y las consecuencias de esto son tan desastrosas que un filántropo no podría utilizar sus esfuerzos de mejor manera que tratando de iluminar a aquellos que, de este modo, se están haciendo daño a sí mismos. Con una purificación y esterilización sistemáticas del agua que se utiliza para beber, la masa humana aumentaría de manera considerable. Hervir –o esterilizar de cualquier otro modo– el agua que se usa para beber en cada casa y en cada lugar público tendría que convertirse en una norma inflexible –que quizá debería estar respaldada por la ley–. La simple filtración no proporciona una seguridad suficiente frente a las infecciones. Todo el hielo para uso interno debería prepararse con agua cuidadosamente esterilizada. La importancia de eliminar gérmenes del agua de la ciudad es algo que se admite de manera general, pero se está haciendo muy poco por mejorar las condiciones existentes, puesto que no se ha desarrollado ningún método satisfactorio para esterilizar grandes cantidades de agua. Con los electrodomésticos mejorados podemos ahora producir ozono de manera barata y en grandes cantidades y este desinfectante ideal parece ofrecer una solución feliz a una cuestión tan importante.
El juego, el ajetreo de los negocios y la agitación, especialmente la de los intercambios, son causa de una gran reducción en la masa y tanto más cuanto que los individuos implicados representan unidades de alto valor. La incapacidad para observar los primeros síntomas de una enfermedad y la falta de atención a esta son importantes factores de mortalidad. Al anotar cuidadosamente toda señal nueva de un peligro que se aproxima y al hacer de manera consciente todos los esfuerzos posibles para conjurarlo, no solo estamos siguiendo sabias leyes de higiene en interés de nuestro bienestar y del éxito de nuestros trabajos, sino que también estamos cumpliendo con un deber moral mayor. Cada persona debería considerar su cuerpo como un regalo inestimable de alguien que nos ama por encima de todo, como una maravillosa obra de arte de una belleza indescriptible y de una perfección que está más allá de la concepción humana, y como algo tan delicado y frágil que una palabra, un suspiro, una mirada, más aún, un pensamiento, podrían dañarlo. La falta de limpieza, que conduce a la enfermedad y a la muerte no es solo autodestructiva sino también un hábito altamente inmoral. Al mantener nuestros cuerpos libres de infecciones, saludables y puros, estamos expresando nuestra reverencia por el alto principio de que están dotados. Quien sigue los preceptos de la higiene en su espíritu se está demostrando a sí mismo, hasta cierto punto, que es verdaderamente religioso. La laxitud de la moral es un mal terrible que envenena tanto la mente como el cuerpo y que es responsable de una gran reducción en la masa humana de algunos países. Muchas de las costumbres y tendencias actuales producen resultados dañinos similares. Por ejemplo, la vida social, la educación moderna y la aspiraciones de las mujeres, que tienden a alejarse de sus tareas domésticas y a hacerse pasar por hombres, perjudican el elevado ideal que representan, disminuyen el poder creativo-artístico y causan esterilidad y un debilitamiento general de la raza. Se puede mencionar un millar de otros males, pero todos juntos, en relación con el problema que estamos discutiendo, no se pueden equiparar a uno solo: la necesidad de alimento, provocada por la pobreza, la indigencia extrema y la hambruna. Millones de individuos mueren cada año de hambre, por lo que la masa continúa menguando. Incluso en nuestras comunidades más avanzadas, no obstante la cantidad de esfuerzos caritativos, es todavía con toda probabilidad, el mal principal. No me refiero aquí a la necesidad absoluta de alimentación, sino a la necesidad de una nutrición saludable.