Lisboa, año 1618. Una carraca atestada de comerciantes, fugitivos, buscadores de fortuna, soldados y gente de toda clase y condición parte hacia los enclaves portugueses en India y China. El destino final es Macao, la puerta de entrada en el casi inaccesible imperio chino. Entre el pasaje, un grupo de misioneros jesuitas cuidadosamente escogidos cargados de objetos de culto religiosos. Y también de numerosos libros científicos. Su objetivo último es convertir al catolicismo a doscientos millones de almas, comenzando por el todopoderoso emperador Wanli.