El cangrejo visitó muchos países (Ucrania, Zimbabue, etc.). Luego visitó parientes: hermanos, tías, primos, abuelos… Luego visitó museos. Luego visitó también pacientes: pacientes comatosos, pacientes achacosos. Luego escribió un libro contando todo lo que había visitado y lo tituló “Libro de visitas”. Pero todos los que veían el libro, en vez de leerlo, creían que era un libro en el que debían dejar constancia de su paso por el lugar, y le escribían encima. Algunos, molestos por no encontrar en el libro espacios en blanco donde firmar, esparcían primero una capa de líquido corrector blanco sobre una página, y esperaban a que se secara, para luego poner ahí su firma, precedida de una extensa dedicatoria. Como por ejemplo, “a mi querido cangrejo a quien tuve el gran honor y la satisfacción de visitar porque siempre es muy enriquecedor el intercambio con otras especies ya que su conocimiento nos ayuda a preservar mejor el medio ambiente y a multiplicar nuestros recursos naturales. ¡Aguante, Cangre!”