Vergiana era el loco de la familia; por entonces vivían en casa, no se mandaban al manicomio. Berlindo reinaba. Vergiana callaba. Tenía una mirada bizca, perdida. Era obediente en todo. Solo se le conocía una frase, que repetía cada día, al final de la comida. Entonces decía: «Que lo disfruten». Era su modo de anunciar que se iba a dormir.