Dejé para lo último un elemento del cual tomé conciencia sólo muchos años después, en el momento en que un amigo me hizo notar que, a fin de cuentas, la elección de estudiar la brujería, y en especial a las víctimas de la persecución de la brujería, no era tan extraña en un judío que había conocido la persecución. Esa simple observación me dejó anonadado. ¿Cómo había podido pasar por alto un dato tan obvio? Y sin embargo, durante años, la analogía entre judío y bruja, y la consiguiente eventualidad de que yo hubiera podido identificarme con el objeto de mi investigación, no me había siquiera rozado.