Correspondencia 1925–1975

Tengo todavía una última pregunta que oralmente sin duda no me podré permitir. Es muy posible que al final consiga acabar un libro en que estoy trabajando, una especie de segundo volumen de la Vita activa. Sobre las actividades no activas del ser humano: pensar, querer, juzgar. No tengo ni idea de si lo conseguiré ni, sobre todo, cuándo lo acabaré. Quizá nunca. Pero si lo acabo... ¿podré dedicártelo

Entonces, cuando les dices que cocinando bien, que el trabajo no deshonra, etcétera, se quedan pasmadas

Heidegger habla en una ocasión, muy en el sentido de Platón, de la «facultad de asombrarse de lo sencillo», pero añade a diferencia del filósofo griego: «y de aceptar como morada este asombro» (15).

el pensamiento tampoco puede pasar sin la experiencia; necesita el jardín y las rosas, pero percibe en ellos algo distinto. Qué extraño que debamos ver para percibir lo que no podemos ver.

qué ocurre cuando uno oye un hablar, en la conversación entre personas, concretamente un hablar que se ha «hecho decir» otra cosa? ¿Cómo se relacionan decir y hablar? El decir viene del pensar, creo yo, pero no el hablar, al menos no de manera inmediata. ¿Proviene el hablar del decir? ¿Cómo se relacionan hablar y decir?

TIEMPO

¿Cuán lejos?

Sólo cuando se detiene el reloj

en la oscilación del péndulo,

oyes esto: que va,

que iba, que ya

no va.

Ya tarde en el día,

el reloj:

sólo una vaga huella

para el tiempo

que, cercano a la finitud,

de él e-merge

Pensando cordialmente en ti en el recuerdo

Confío en que tu silencio ante Glenn Gray sólo signifique trabajo o el resto del «agradecimiento». Espero que os vaya bien a los dos. ¿Qué hay de la casita? ¿Se está construyendo? Saluda cordialmente a Elfride

Hace tiempo que quiero escribirte y agradecerte el maravilloso envío y a menudo te he escrito largas cartas, demasiado largas para poder escribirlas de verdad, por el mero hecho de que tal cosa exige abandonar el lugar del pensar (el sofá o la mecedora) y allegarse a la máquina de escribir. Y uno interrumpe de mala gana las cartas de pensamiento y agradecimiento verdaderamente largas

Y al fin y al cabo, a estos pocos les es indiferente adónde los arrojan las tempestades de su siglo. Porque la tempestad que atraviesa el pensamiento de Heidegger –como aquel que después de más de un milenio nos sopla desde la obra de Platón– no proviene de este siglo. Viene de lo antiquísimo, y deja algo perfecto que, como todo cuanto es perfecto, revierte en lo antiquísimo.