La memoria del uno y la memoria del Otro

Los verdugos van muriendo casi en secreto, sin el recordatorio de sus acciones, rodeados de las miradas torvas y taciturnas de sus cómplices en la represión, conservando la incógnita que pesa sobre su participación histórica

Creo que reconstruir la memoria de los derrotados en la guerra, de los antiguos poderosos que actuaron como amos y verdugos, es un deber de los investigadores del pasado: historiadores, psicólogos, filósofos, científicos sociales. Hay que adentrarse también en sus testimonios, constatar los efectos transgeneracionales de la prohibición de hablar

pues el “milagro alemán” de la posguerra, tan patente, tan exitoso, se basa parcialmente en el ocultamiento de las actuaciones vergonzosas de los ahora pilares de la nueva sociedad

aunque sus agentes sigan siendo los mismos individuos que antes fueron “guardianes del orden”, sobreviene un periodo en donde millones de hombres y mujeres son forzados de manera misteriosa a ocultar con cuidado su memoria, maquillarla o hasta inventar actos de resistencia que pretenden esconder

Los papás deben mentir ante la pregunta “¿Qué hiciste tú en la guerra?” y los hijos son esos “nacidos culpables” que arrastran la imposibilidad de recordar de la generación anterior. “De eso no se habla.” Cuando una entschreckliche Mädchen, una “nasty girl

Debe haber lugar para el recuerdo de los culpables en el doble sentido del genitivo “de”: recordar quiénes son y fueron y también, aunque tanto a ellos como a sus víctimas les cueste reconocerlo, indagar y registrar lo que ellos recuerdan, recuperar sus memorias. Hablo de investigar lo guardado en la memoria “del otro”, la del supuesto verdugo activo o pasivo, empujado al silencio por la voz dominante

futuro. También me propongo abordar la complicidad pasiva y silenciosa de las masas con los regímenes despóticos mientras éstos ejercían el

poder. ¿Qué pasa con la memoria de los individuos y de las comunidades cuando se desvanece la prohibición de hablar del pasado y cuando la historia vivida, la participación en los acontecimientos, lastima el orgullo de los sobrevivientes y se carga con tintes de rubor vergonzante

De la experiencia original del desamparo, del grito, del auxilio, de la acción específica, quedan trazas mnémicas, marcas en la memoria, que orientarán la marcha del sujeto por el mundo tratando de repetir, ante cada estado de tensión, ese modelo que aporta una satisfacción

para promover una psicología, por entonces embrionaria, que encontraba una cómoda analogía en las heridas corporales producidas por guerras y accidentes. Así como el organismo, el alma podía ser lastimada