Treinta y seis metros

Viste cómo es: los hombres son buenos, pero si se los vigila son mejores.

De pronto el fondo frutal se evapora y el gusto ferroso recupera el terreno perdido

Eduardo tiene miedo. Un miedo duro, cubierto por escamas metálicas y punzantes

Aún sufre la sensación inquietante y pausada de la tarde, pero el fondo ferroso retrocede, hasta diluirse en los aromas frutales. Todavía es incapaz de clasificarla. Y esa incapacidad lo atormenta

Se alegra. La alegría es frágil y mullida, piensa, con muchos pelos agradables al tacto, como la piel de un conejo, pero también quebradiza

Le invade una sensación extraña que no logra clasificar. Es inquietante y pausada, con un fondo frutal, aunque también ligeramente ferroso

Le invade una sensación extraña que no logra clasificar. Es inquietante y pausada, con un fondo frutal, aunque también ligeramente ferroso

Le invade una sensación extraña que no logra clasificar. Es inquietante y pausada, con un fondo frutal, aunque también ligeramente ferroso

Le invade una sensación extraña que no logra clasificar. Es inquietante y pausada, con un fondo frutal, aunque también ligeramente ferroso

Le invade una sensación extraña que no logra clasificar. Es inquietante y pausada, con un fondo frutal, aunque también ligeramente ferroso