Me molestaba saber que en lo más profundo de mi ser lo añoraba más que a nadie, más a que cualquier miembro de mi familia o amigos. Añoraba su forma de mirarme, su manera de echarme la bronca, pero sobre todo su capacidad de regalarme orgasmos maravillosos, intensos y placenteros. En los sueños me hacía de todo y yo le correspondía como siempre había querido hacer.