El afuera

Mientras la cabeza del pulpo esté
a salvo (enter)
cortaré sus tentáculos (enter)
las veces que haga falta

Hoy no estoy tan segura de que estuviese juntando palabras para consolarme, porque ¿cómo podría haberme consolado alguien cuyo dolor era mayor

Mi padre había sido juez durante años, todos hablaban de él como se habla de un sabio, de un ser superior en inteligencia y bondad. Tenía diplomas, tenía medallas y tenía un raro carisma mudo del que nadie podía escapar

Paliativa.
Eso hice: reforcé mis rutinas paliativas.
Y las repetí.

Lygia Clark y la escuché decir, no sé a cuento de qué, algo que me quedó latiendo: «No me había dado cuenta de cuántas partes tiene la vida hasta que cada una empezó a liberar su capacidad para el mal». Hay épocas en las que todas las partes de la vida se convierten en una amenaza sin escapatoria.

A P. le importaban las palabras. Quizá eso era lo que verdaderamente nos unía. No el jardín infantil de nuestros hijos, cuyos destinos escolares se bifurcarían prontísimo, ni su tendencia a adoctrinar a otras madres sobre la inteligencia emocional. A ella le gustaba encontrar la palabra exacta, que rara vez era la que uno pensaba que era, siempre había una palabra en el medio de otras que se negaba a mostrarse, y P. decía: «No es esa palabra, se parece, pero no es, esa no es»

Quizá solo se aburrieron –le dije, por sacarla del terreno del drama (en Buenos Aires se hace uso y abuso de la palabra angustia)

En este tiempo muchas personas habíamos sido testigos involuntarios del dolor, del padecimiento ajeno bajo la forma (mayormente) de falta de aire. Pero el del testigo rara vez es un dolor real, es más bien una mezcla de incomodidad e irritación como la que te causa un bebé llorando en un vuelo. Tener el impulso de pararlo y no poder produce angustia, quizá, pero no te duele

El día tiene veinticuatro horas, en el cole gasto ocho y tú quieres que duerma diez. O sea, solo me quedan seis horas para mí. ¿No te parece cruel?

Amar y odiar al mismo tiempo es algo que nos sale bien a las hijas