Todos los días pensaba en la casa, una casa,
mi casa. Recordé aquella que vi en venta,
junté mis monedas y eran tan pocas.
Nunca serán suficientes, no alcanzarán y yo sueño con la casa.
Una. La mía, la del pronombre posesivo. La de ventanas grandes
que tantísimas horas de trabajo no alcanzarán a pagar
con años de explotación o cansancio. No dan para un techo
o jardín. ¡Cómo un jardín! ¡En qué estás pensando!
Lo que vale la tierra impagable, impensable,
insuficiente.