Jesús, tú sabes lo que siento en relación con N. Tú sabes que no quiero perdonarlo. Tú sabes que todo lo que quiero es ajustar cuentas con él. Sin embargo, también sé que un corazón endurecido, un corazón que no perdona, es malo para mi cuerpo, mente y espíritu. Me hace incluso más daño a mí que a mi agresor. También daña mi relación contigo.
Jesús, admito mi indigencia e impotencia cuando se trata de pensar siquiera en perdonar a N. Pero también sé que todo es posible para aquellos que quieran cooperar con tu gracia. Con san Pablo, yo también creo que todo lo puedo en Ti que me confortas. Dame fuerzas, Jesús, para afrontar la tarea del perdón. Coloca en mi corazón el deseo de perdonar a N. Me resulta difícil incluso hacerte esa petición, porque mi corazón tiene un gran resentimiento hacia N. Sin embargo, hago esta petición aunque sea débilmente, con la esperanza de que me darás la gracia para hacer lo que soy incapaz de lograr por mí mismo”.