Ni siquiera Greenpeace había podido resistir la militancia de Eva. El encargado del centro de matanza selectiva de focas de la bahía de Worthcombe, al testificar contra ella en el tribunal desde su silla de ruedas, había dicho que si Eva representaba a Greenpeace, una organización presuntamente pacifista, no quería ni imaginar de lo que sería capaz en una organización violenta