Eqbal conocía, sin embargo, y aceptaba, lo trágico. Por consiguiente, dedicó gran parte de su prodigiosa energía a forjar vínculos (de amistad, de solidaridad política, de lealtad militar, de poesía compartida, de hospitalidad), vínculos capaces de sobrevivir tras las separaciones inevitables. Aún recuerdo lo que cocinaba.