Debería preocuparnos mucho más, por ejemplo, la posible dependencia humana de las máquinas a la hora de tomar decisiones en ámbitos de especial importancia social o política, como la salud, la seguridad, las transacciones financieras o la estrategia militar. Ya se han dado casos de caídas bursátiles debidas a fallos en los algoritmos de toma de decisiones en los ordenadores que controlan un enorme volumen de negocios e inversiones en las bolsas internacionales; y por otro lado, asusta pensar en la posibilidad, cada vez más real, de que armas inteligentes puedan tomar sus propias decisiones, con completa autonomía del ser humano, en caso de conflicto entre países.