Ch. Sherrington, quien, más enérgicamente que nadie, señaló ese aspecto de los procesos emocionales. «Las emociones –dice– nos dominan desde el principio de la vida y la intensidad creciente de la emoción se vuelve un estímulo imperioso para la ejecución de un movimiento intenso. Cada modificación corporal que aparece en los órganos internos –interrupción de los procesos digestivos (de manera que se libera una reserva de energía que puede ser utilizada por otros órganos), circulación de la sangre de los órganos internos, cuya actividad está disminuida, hacia los órganos que intervienen directamente en el esfuerzo muscular (pulmones, corazón, sistema nervioso central), aumento de las contracciones cardiacas, rápida eliminación del cansancio muscular, movilización de importantes reservas de azúcar, que contienen energía–, cada una de esas modificaciones internas, sirve para fortalecer al organismo durante el enorme gasto de energía provocado por el miedo, el dolor o la furia» (cfr. R. Creed y otros, 1935).
Desde esta óptica es muy importante tener en cuenta que en un periodo de gran excitación se suele sentir una fuerza colosal. Ese sentimiento aparece de repente y lleva al individuo al más alto nivel de actividad. En el momento en que aparecen emociones muy fuertes, la excitación y el sentimiento de fuerza se fusionan liberando la energía almacenada, e ignorada hasta ese momento, y haciendo cobrar consciencia de sensaciones inolvidables de