–La Madre Tierra se debilita –canturreaban las voces–. Sus hijos no le hacen caso. Cuando dejen de honrarla, será aniquilada.
–No –gimió el reflejo de Ayla–. Si no la honramos, ¿quién nos alimentará? ¿Quién cuidará de nosotros? ¿Quién nos proveerá?
–La Madre se ha ido. Sólo queda el Hijo. Los hijos de la Madre ya no son niños.