Historia mínima de la literatura española

El propósito de Luis Cernuda al reunir su obra como La realidad y el deseo fue diferente; no era, como en Guillén, el armonioso desenvolvimiento de un empeño, sino la suma de una biografía dolorosa, marcada por las llagas de la insatisfacción, la rebeldía y el despecho, en la que pugnaron los dos sustantivos de su título general:

Algo más joven que Quevedo y caballero de Santiago como él,

El autor convirtió el moralismo de Alemán y su prosa persuasiva en un ácido y descarnado carnaval de horrores, narrado en una prosa conceptuosa y chispeante.

más difundido de los libros de pícaros, La historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños, de Francisco de Quevedo, debió de escribirse en torno a 1604 y, por tanto, cerca del modelo de Alemán y se difundió en manuscritos hasta su tardía publicación, en 1626.

Como casi todo cuanto escribió, remite a un ambiente de privado refinamiento y placer intelectual; lo había encontrado, en la mejor etapa de su vida, en la tertulia oscense del coleccionista y erudito Vincencio Juan de Lastanosa, otro “paraíso cerrado para muchos” que evocó en las páginas de El criticón (segunda parte, Crisi II, “Los prodigios de Salastano”).

Su obra El criticón (publicada en tres partes) se ha calificado, no sin razón, de “picaresca pura”, pero es un libro muy complejo:

Codificó sus instrucciones vitales en un Oráculo manual y arte de prudencia, que gustó mucho a Schopenhauer, y escribió sus preferencias literarias en la Agudeza y arte de ingenio (una edición anterior se llamó Arte de ingenio, tratado de la agudeza), donde los elogios a Góngora se mezclan con los de Quevedo, los del cancionero del XV con los de Gianbattista Marino, los de Mateo Alemán con los de fray Luis de León.

Su estilo, lacónico hasta lo aforístico, gustoso del juego de palabras (sin llegar nunca al abuso), se parece mucho al comportamiento cauteloso y seguro a la vez que recomienda para El héroe, El político y El discreto.

Pero sus claves ideológicas estuvieron en el neoaristotelismo, el casuísmo moral y político (relacionable con el tacitismo) y la modernidad algo mundana de los jesuitas, a la que sumó su personal pesimismo.

Fue fiel a la Compañía aunque se le castigó más de una vez por sus escritos y se había precavido de reprimendas publicando sus obras a nombre de su hermano Lorenzo.