En los viejos buenos tiempos del Socialismo Realmente Existente, entre los disidentes había un popular chiste que se utilizaba para ilustrar la futilidad de sus protestas. En el siglo XV, cuando Rusia estaba ocupada por los mongoles, un campesino y su mujer estaban andando por un polvoriento camino; un guerrero mongol a caballo se detiene a su lado y le dice al campesino que va a violar a su mujer; a continuación, añade: «Pero, como hay mucho polvo en el suelo, debes sujetar mis testículos mientras violo a tu mujer, de manera que no se ensucien». Una vez que el mongol ha realizado la acción y se aleja cabalgando, el campesino empieza a reírse y a dar saltos de alegría. Su sorprendida mujer le pregunta: «¿Cómo puedes estar dando saltos de alegría, cuando he sido brutalmente violada en tu presencia?». El agricultor responde: «¡Pero le he fastidiado! ¡Tiene los cojones llenos de polvo!». Esta triste broma revela la difícil situación de los disidentes: pensaban que estaban asestando serios golpes a la nomenklatura del partido, pero todo lo que hacían era ensuciar ligeramente los testículos de la nomenklatura, mientras la elite en el poder continuaba violando al pueblo…