—Perseguir un sueño tiene un precio. Nos puede obligar a abandonar nuestros hábitos, nos puede suponer dificultades, nos puede llevar a la decepción... Pero por muy caro que sea, nunca es tan alto como el precio pagado por aquellos que no se atrevieron a perseguirlo. Porque esas personas, un día, al mirar atrás, oirán a su propio corazón diciéndoles: «He desperdiciado mi vida».