A comienzos del siglo XX el Imperio otomano se fue haciendo cada vez más frágil, con importantes pérdidas territoriales en los Balcanes, Libia y otras regiones. La guerra de Libia en 1911-1912 marcó el inicio de una larga serie de desgarradoras guerras y convulsiones que se prolongarían durante casi una década; le siguieron las guerras de los Balcanes de 1912-1913, y luego la extraordinaria conmoción de la Primera Guerra Mundial, que finalmente llevaría a la desaparición del imperio.