Gracias en gran parte a la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, vino a añadirse una nueva capa de olvido, obliteración y mitificación a la amnesia inducida que oscurecía los orígenes colonialistas del conflicto entre los palestinos y los colonos sionistas. El hecho de que la resolución se centrara exclusivamente en los resultados de la guerra de 1967 posibilitó que se ignorara el hecho de que ni uno solo de los problemas subyacentes derivados de la guerra de 1948 se había resuelto en los diecinueve años transcurridos desde entonces. Junto con la expulsión de los refugiados palestinos, la negativa a permitir su regreso, el robo de sus propiedades y la negación de la autodeterminación palestina, las cuestiones no resueltas incluían el estatus jurídico-legal de Jerusalén y la expansión de Israel más allá de las fronteras establecidas en la partición de 1947. En cuanto a los principales problemas derivados de la usurpación originaria de Palestina, la Resolución 242 ni siquiera los mencionaba, y mucho menos ofrecía soluciones al respecto. A pesar de ello, en lo sucesivo esta se convertiría en el documento de referencia supuestamente destinado a resolver la totalidad del conflicto, teóricamente aceptado por todas las partes aunque guardara silencio en relación con sus aspectos básicos. Dada su perversa génesis, no resulta sorprendente que, en los más de cincuenta años transcurridos desde que se adoptara, la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU no haya llegado a implementarse, mientras que la esencia de la lucha por Palestina sigue siendo un problema sin abordar.