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Roald Dahl

El librero

  • furtazahas quoted4 years ago
    Uno debe admitir que el aspecto de la señorita Tottle, juzgado conforme a los criterios más exigentes, era decepcionante. A decir verdad, juzgado conforme a cualquier clase de criterio, no dejaba de ser decepcionante.
  • zentenovaleriahas quoted4 years ago
    qué tantos varones desean ocultar sus rasgos faciales se escapa a la compresión del común de los mortales.
  • Dianela Villicaña Denahas quoted4 years ago
    Estos libros curiosos que enumera en su factura —dijo—, ¿los editan en braille?
    —¿En qué?
    —En braille.
    —No tengo ni idea de lo que me está hablando, señora.
    —Ya tenía esa impresión —dijo—. Es la única forma que habría tenido mi marido para leerlos. Perdió la vista en la última guerra, en la batalla de El Alamein, hace más de cuarenta años, y quedó ciego desde entonces
  • Dianela Villicaña Denahas quoted4 years ago
    Señor Buggage —dijo el joven—, le presento a mi madre, la señora Northcote.
    La señorita Tottle, el archivo mental de nombres, se giró con rapidez y, mirando al señor Buggage, le lanzó pequeños gestos de advertencia con la boca. El señor Buggage captó el mensaje y, con toda la cortesía de la que era capaz, preguntó: —¿En qué puedo ayudarla, señora
  • Dianela Villicaña Denahas quoted4 years ago
    esposa. Los hombres nunca lo son. En muchos casos, claro, la viuda sabía muy bien que su querido marido había sido un viejo verde y la lista del señor Buggage no era motivo de sorpresa. Así que pagaba con aún mayor diligencia
  • Dianela Villicaña Denahas quoted4 years ago
    Por si esto no fuese suficiente, también cuenta la inminencia del funeral. Así que paga diligentemente para quitarse de en medio la sordidez de ese pequeño incordio. El señor Buggage conocía bien el paño que cortaba. En todos sus años en activo, jamás había recibido una sola protesta o carta airada
  • Dianela Villicaña Denahas quoted4 years ago
    Sólo sobres con cheques dentro. De vez en cuando, aunque no con demasiada frecuencia, no le llegaba una respuesta. Alguna viuda descreída con el valor suficiente para arrojar su carta a la papelera, y con ello acababa el asunto. Ninguna se atrevía a cuestionar la factura porque nunca podía tener la total certeza de que su difunto marido hubiera sido tan puro como ella había creído y deseado como esposa
  • Dianela Villicaña Denahas quoted4 years ago
    Golpea a una viuda en lo más duro de su pena, golpéala con algo tan espantoso que le resulte insoportable, algo que desee olvidar y superar, algo que no quiera que nadie más descubra
  • Dianela Villicaña Denahas quoted4 years ago
    Día tras día salían las cartas y entraban los cheques. Era increíble la fluidez con la que marchaba el negocio. Por supuesto, las bases psicológicas sobre las que se sustentaba eran de gran solidez
  • Dianela Villicaña Denahas quoted4 years ago
    La biblia de la señorita Tottle era un inmenso fichero en el que había registrado los nombres y direcciones de todos los clientes a los que habían escrito desde los inicios del negocio. Su finalidad era evitar con la mayor precisión que dos miembros de la misma familia recibiesen una factura de Buggage. Si esto llegase a ocurrir, podían correr el peligro de que comparasen los documentos. También les advertía de si una viuda ya había recibido una factura tras la muerte de su primer marido, para no enviarle otra si fallecía el segundo esposo. Lógicamente, algo así habría descubierto el pastel. No existía una garantía total de que pudiesen evitar este peligrosísimo error, ya que al casarse de nuevo la viuda habría cambiado su apellido, pero la señorita Tottle había desarrollado un instinto que le permitía oler estas trampas, y la biblia le era de gran ayuda en ello
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