Señor Buggage —dijo el joven—, le presento a mi madre, la señora Northcote.
La señorita Tottle, el archivo mental de nombres, se giró con rapidez y, mirando al señor Buggage, le lanzó pequeños gestos de advertencia con la boca. El señor Buggage captó el mensaje y, con toda la cortesía de la que era capaz, preguntó: —¿En qué puedo ayudarla, señora