Amarte, respetarte… ¿y poseerte?
Cesare Sabatino no tenía intención de casarse, pero siempre había pensado que cualquier mujer le habría dado un entusiasmado "sí, quiero". Por eso, su sorpresa fue mayúscula cuando Lizzie Whitaker lo rechazó.
Para poner sus manos en la isla mediterránea que había heredado de su madre, Cesare debería casarse con la inocente Lizzie… y asegurarse un heredero. Afortunadamente, el formidable italiano era famoso por sus poderes de convicción. Con Lizzie desesperada por salvar la hacienda familiar, solo era una cuestión de tiempo que se rindiese y descubriese los muchos y placenteros beneficios de llevar el anillo del magnate en el dedo.