Y sí, sí que estoy al tanto de la otra cara de este maravilloso recurso del que disponemos los hombres: terminamos por ser unos reprimidos, fracasamos en nuestras relaciones con las mujeres, nuestra conversación es trivial, aburrida; somos incapaces de expresar nuestras necesidades emocionales, no conseguimos relacionarnos como debiéramos ni siquiera con nuestros hijos, morimos sumidos en la soledad y en la tristeza. ¿Sabes qué pienso? ¡Qué cojones importa! Si uno puede llegar a una escuela en la que hay otros ochocientos chavales, la mayor parte de ellos mayores, todos ellos más altos que uno, y no sentirse intimidado simplemente porque lleva a un Jimmy Husband repetido en el bolsillo de la chaqueta, creo que el trato valió la pena.