En efecto, los símbolos, al funcionar como auténticos y verdaderos imanes, atraen a otros símbolos y llevan a la superficie las ideas que todavía están en germen, y los sentimientos que han permanecido ocultos durante demasiado tiempo; en síntesis, desarrollan el trabajo del psicólogo y ayudan a asociar, a concatenar, a dialogar con uno mismo para lograr un mejor conocimiento del yo.