Un país es el mapa más o menos preciso de su territorio pero también la coral de personajes que deambulan por otra geografía: la escritura que lo aterniza a partir de las múltiples metamorfosis de la realidad y la ficción. Lizandro Penagos lo ha entendido muy bien en este libro, donde la microhistoria (suerte de ramalazo del espíritu hecho voz) reconstruye un centenar de seres variopintos que fluctúan entre la paradoja, la injusticia y el asombro. Está el inocente convertido en capo del narcotráfico, el desplazado al que le roban para siempre su paisaje, un avión que se estrella en dos picos de la memoria o un campesino que reparte su vida entre la lectura y las gallinas. Un libro necesario en Colombia, donde el periodismo tiene más al show mediático que a su compromiso ético y estético de ofrecernos otras versiones de la realidad.