Habla del talento de Pol, de su inteligencia, de su rigor en el laboratorio, pero también de que su inestabilidad ha perjudicado su rendimiento, de sus carencias, de una tendencia a sentirse acusado y perseguido, a desplazar la culpa hacia los demás, de sus ataques de ansiedad, del riesgo de desequilibrio, y dice que quizá todo eso, de alguna manera, se deba a su temprana orfandad, a la muerte de su madre.
–O al exceso de padres –replica Gastón, que, en realidad, está diciendo algo más, algo peor: que quienes hemos vuelto loco a Pol somos nosotros, esta ficción de hombres.