Entonces nos encontraremos de verdad sin apoyo y privados de esperanza. Grande es nuestra agonía, ¿y cómo puede acabarse? Hemos agotado el manantial de nuestra capacidad; la vida es un sufrimiento demasiado débil para concebir la fe; la muerte ha de ser la oscuridad; Dios, espíritu y religión no tienen cabida en nuestra mente dilapidada, donde sólo quedan recuerdos corruptores y funestos del vicio; el Tiempo nos lleva hasta el borde de la tumba y la Depravación nos arroja a ella, como un trapo comido y recomido por la enfermedad, retorcido por el dolor, estampado contra el suelo del cementerio por el talón inexorable de la Desesperación.