Los ministros y líderes cristianos, entonces, deben instruir y alentar a los creyentes a que sean políticamente activos, buscando ser “sal” y “luz” (Mateo 5:13-16), usando la sabiduría bíblica para favorecer el bien común. Pero, como representación de la iglesia institucional, no deberían promover ninguna agenda política partidista.