Creo que fue Agustín de Hipona la persona que observó que, si todo estuviera absolutamente quieto, no percibiríamos el tiempo. En otras palabras, sabemos del tiempo porque las cosas se mueven. Es el movimiento lo que induce esa percepción meramente categorial que es el transcurso del tiempo.
Estos metafisiqueos me los desencadena el primer acercamiento a la poesía reunida de Robinson Quintero Ossa. Heracliteano sin Heráclito, lo primero que suscitan sus poemas es la noción de movimiento, más, de cambio.
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No es extraño que sea caminando cuando el poeta halla su doble que siempre va adelante de él, si bien nadie puede estar seguro nunca de cuál es el original, si lo hay, y cuál la copia, si la hay. En todo caso, entretenido con pájaros o consigo mismo, buscándose a sí mismo o recogiendo piedras, el poeta descubre el mundo mientras camina.
Del prólogo, por Darío Jaramillo Agudelo