La sorprendente extensión de los trastornos del límite ha desvelado la poca consistencia de una clínica anclada en la rigidez diagnóstica de las «estructuras clínicas» y ha obligado a la clínica del sujeto a tener más en cuenta los procesos de construcción de la subjetividad, de la inscripción de la pulsión como demanda inconsciente. Estos fenómenos clínicos revelan mecanismos y aspectos que se observan en todo el campo de la subjetividad. Por otro lado, ese creciente aumento de los trastornos del límite guarda relación con un tipo de sociedad que ha extraviado la orientación del criterio moral, de la transmisión y del acogimiento, que no sabe cómo escribir en el cuerpo la pérdida y la temporalidad, y que no ofrece otro remedio a la angustia que el activismo y la insensibilidad.
Cuando la angustia no encuentra otro modo de expresión que la agresividad, es un contrasentido buscar el origen de esa agresividad en un “primitivismo” animal cuando lo terrible de la agresividad es que no es un instinto. La misma clínica freudiana naufraga a la hora de pensar la agresividad como asignada a una pulsión sustantiva, lo que lleva a sustituir la escisión pulsional por el dualismo pulsional y a ontologizar el inconsciente.
Esclarecer esta confusión freudiana es uno de los objetivos principales de este libro. Otro, será ver cómo la agresividad nace de la angustia y en relación con la cuestión de la identidad. La clínica psicoanalítica es una clínica del conflicto, no de la compensación. El sujeto del inconsciente carece de referencia exterior, trascendental, ya sea Dios o la Naturaleza. Eso obliga a pensar la repetición.