Lérmontov es un autor que nos llega de la mano de Pushkin; es imposible leerlos por separado. Sin embargo, Lérmontov queda un poco escondido detrás de la enormidad nacional de Pushkin, al menos, para los lectores occidentales. Esto es un error. Más de 1700 calles llevan el nombre de Lérmontov, museos, teatros, hasta una ciudad. La importancia de Lérmontov no puede pasarle desapercibida a cualquier lector serio de la literatura rusa. “Lérmontov nació no de una mujer, sino de una bala, que cayó en el corazón de Pushkin”, dirá Evtushenko ya durante la época soviética, algo que quizás puede aplicarse a todos los autores rusos. Pushkin es algo así como el sol centro del sistema planetario de la literatura rusa, y Lérmontov, en todo caso, es una luna gigante que lo orbita. Un logro para nada menor, para un poeta de apenas 26 años de edad.