loco y, con él, su propio tedio. De repente se le ocurrió una novela que pudiese equilibrar actitudes contradictorias ante la sociedad: «Aquí anoto un estudio de la demencia y el suicidio: el mundo visto por los cuerdos y los locos juntos».
Ahora que Septimus había acarreado con todo el peso del distanciamiento, la autora quedaba libre para dar rienda suelta a la conciencia de grupo de la señora Dalloway. En realidad, las escenas de Dalloway resultan ampulosas por su adorabilidad algo dudosa, una sobrecompensación del sarcasmo que de vez en cuando puede detectarse en ella.