La historia comienza en el año 2055.
En un centro de la NASA reciben de J.J. —un científico un tanto peculiar— los planos de una nave espacial capaz de superar la velocidad de la luz, lo que permitiría —en caso de funcionar— acceder a otros sistemas planetarios.
A pesar de los recelos iniciales, Joe y Bill, responsables del centro, deciden construirla, convencidos más por la esperanza que ofrece ante los problemas de la Tierra que porque de verdad crean que va a funcionar. Sin embargo, no solo lo hace, sino que en el primer viaje encuentra un planeta con excelentes condiciones para ser habitado y, como quien dice, ahí al lado, en Alfa Centauri, el sistema de estrellas más próximo a la Tierra, aunque para las naves convencionales está tan lejos que les resulta inalcanzable.
Comienza entonces una carrera por colonizarlo. Quien más, quien menos, quiere poner su pie en el nuevo planeta, denominado Tierra 2, si bien con objetivos diferentes. Unos lo ven como un lugar en el que hacer buenos negocios con los minerales descubiertos y otros buscan una alternativa que alivie la dramática situación en la Tierra, lo que exige, si se pretende que no sea destrozada como la actual, el aprovechamiento sostenible de sus recursos, así como una convivencia de las distintas colonias y sus habitantes basada en la igualdad —que incluye el olvido del origen nacional de los colonos— y el respeto a la democracia.
La historia de la novela es, naturalmente, ciencia ficción, pero quizás conviene recordar que la situación en la Tierra no.