Una ruptura amorosa obliga a la narradora a regresar a la casa de la Tumbona, su madre. Su separación de Julia se vislumbra más llevadera rodeada de plátanos, guayabos y pomelos y con el rumor de las olas del mar de fondo. Sin embargo, la tensa relación con la Tumbona y los apáticos hermanos convierte pronto el espacio en un tragicómico purgatorio lleno de silencios, crujidos y lirismo macabro.
«Un conjuro de palabras, un vaivén rítmico que nos arrastra, cada vez más limados, a solares de maleza frutal, a una playa desierta. Cuanto más desolada, más fascinante. (…) Siento la necesidad de proteger este libro, de no revelar nada sobre él. Cuando algo es tan valioso, surge la pulsión de guardarlo.» Sabina Urraca, en el prólogo