Tras el final de las acciones criminales de ETA y su desaparición
como organización, la realidad del terrorismo ha ido
normalizando su presencia en todo tipo de medios: desde los análisis realizados por la prensa o la literatura de ensayo
hasta el cine, el teatro, la literatura, el cómic o la televisión.
Por ello, más allá de constatar la diversidad y abundancia de canales de comunicación y formas de expresión, es preciso
preguntarse no solo por cómo contamos y transmitimos, sino
cómo entendemos lo sucedido. Un asunto especialmente
relevante cuando lo que se transmite a generaciones más
jóvenes es el conocimiento de una historia que no han vivido.
Es por eso que también está expuesto a los efectos de una
mala comprensión o de una errónea percepción, que pueden
ser más perniciosos que su ignorancia. ¿Cómo recordamos
el pasado? ¿Qué pasado recordamos? ¿Por qué lo recordamos?
¿Para qué? Son todas ellas preguntas que han sido
abordadas por la historia, la filosofía, la psicología o la sociología.
Pero su transmisión concierne también a creadores y artistas que desde la ficción (o la no ficción) recrean la realidad
de lo ocurrido, crean narrativas que configuran también
una memoria colectiva. Una memoria cuyo ejercicio, si bien
es individual o personal, se encuentra mediado por contextos
y procesos sociales en los que se afianza o se cuestiona
un determinado sistema de valores; aspectos especialmente
sensibles en lo que respecta a la justificación de la violencia
del terrorista y al reconocimiento de sus víctimas. Son todas
estas cuestiones las que explora esta obra a partir de distintas
aproximaciones críticas, con el fin de reflexionar y conocer
cómo se han transmitido y han ido cambiando las narrativas
del terrorismo en las artes, las letras o la educación y cuál está siendo su recepción en la sociedad vasca y española.